Tratamiento psicología para las Adicciones

La persona puede abandonar o reducir actividades importantes de carácter social, ocupacional o recreativas por el hecho de consumir.

Se continúa consumiendo a pesar de conocer la existencia de un problema persistente o recurrente, que con toda probabilidad ha sido motivado o exacerbado por la sustancia.

Además, la adicción al alcohol o a otras drogas conlleva serios problemas a nivel psicológico y psicológico. No es infrecuente que asociado al consumo y a la abstinencia aparezcan problemas de control de impulsos, depresión, irritabilidad, falta de concentración, agresividad e incluso síntomas psicóticos.

Deterioro físico

A nivel físico muchas son las enfermedades derivadas de un consumo excesivo de estas sustancias: sangrado digestivo, problemas cerebrales, cáncer de esófago, hígado, colon; delirium tremens, demencia, disfunción eréctil, daño cardiaco, pancreatitis, cirrosis, desnutrición, daño neurológico, infecciones respiratorias, endocarditis bacteriana…

Las repercusiones personales que pueden tener el uso incontrolado de alcohol y otras sustancias son muy peligrosas; tanto a nivel individual como a nivel social y familiar.

La adicción es un patrón mal adaptado de abuso de una sustancia; que produce trastornos o dificultades importantes, tanto a nivel físico como a nivel psicológico. Cuando una persona tiene una adicción puede presentar tolerancia a la sustancia que consume (necesidad de consumir una cantidad cada vez mayor para obtener el efecto deseado) y abstinencia (síntomas físicos y psíquicos asociados a la falta de consumo). 

El deseo de consumo es persistente, y los esfuerzos para reducir o controlar el uso de una sustancia son inútiles. Además, se emplea un tiempo exacerbado en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia,  su consumo o la recuperación de sus efectos.

Últimamente nos encontramos con nuevos perfiles en materia de adicciones. Cada vez son más frecuentes las adicciones comportamentales que se suman a las clásicas acciones por consumo de sustancias.

Esta moda de las apuestas deportivas junto a la masiva irrupción de las nuevas tecnologías y la tremenda accesibilidad a este tipo de conductas por medio de apps y paginas web supone un gran peligro dentro del colectivo juvenil.

Hay que apuntar también que estas empresas de apuestas están específicamente diseñadas para que el sistema de refuerzos positivos (beneficios ganados al principio) ayude a la escalada y el cliente cada vez apueste más.

En el caso de las apuestas deportivas y según el DSM, una persona puede presentar este tipo de adición si cumple cuatro de los siguientes criterios en un periodo aproximado de un año:

•  Aparece la necesidad de apostar una cantidad cada vez mayor de dinero para saciarse.
• Aparecen los nervios o irritabilidad al intentar dejar de jugar, o cuando interrumpe esta práctica.
• Le cuesta dejar de jugar, y lleva varios intentos en los que no lo consigue.
• Pasa mucho tiempo pensando en las apuestas, ya sea rememorando jugadas, planificando nuevas o fantaseando que gana una gran cantidad.
• Hay una tendencia a apostar más cuando se siente mal, ya sea por estar triste o ansioso.
• Tras perder, siente el impulso de apostar más para recuperar lo perdido.
• Miente a los demás para ocultar su grado de implicación en las apuestas.
• Compromete amistades y vínculos familiares a causa de las apuestas y de su tendencia a pedir un dinero que no devolverá.

En primer lugar, no te avergüences a la hora de pedir ayuda, dejar esta o cualquier tipo de adicción en soledad es muy difícil y necesitaras de tu red de apoyo así como la ayuda de un profesional que pueda guiarte en tu camino a la desintoxicación.

La terapia cognitiva obtiene grandes resultados en este tipo de problemáticas. Trabajando en expectativas erróneas, evasion a través del juego, sensación de control, baja autoestima u otras problemáticas subyacentes. La reestructuración cognitiva es un pilar fundamental en el tratamiento de estos problemas ya que en parte es nuestro sistema de creencias el que nos hace actuar como actuamos ante estas situaciones y es preciso identificar esos sesgos cognitivos y someterlos a pruebas de veracidad.

El psicólogo especializado en el tratamiento de las adicciones es el psicólogo clínico, específicamente aquellos con formación y experiencia en psicología de las adicciones. Estos psicólogos poseen conocimientos en el abordaje de conductas adictivas relacionadas con sustancias como alcohol, drogas y tabaco, así como adicciones comportamentales como el juego patológico, el uso excesivo de tecnologías, la comida compulsiva o las compras descontroladas.

Su trabajo se centra en identificar las causas subyacentes de la adicción, como factores psicológicos, emocionales, sociales o familiares, y en desarrollar estrategias personalizadas para abordar estos problemas.

Los psicólogos utilizan técnicas terapéuticas basadas en evidencia, como la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a modificar patrones de pensamiento y comportamiento, o la terapia de aceptación y compromiso, que fomenta la gestión emocional y el establecimiento de valores personales. Intervienen en la prevención de recaídas mediante el fortalecimiento de habilidades para afrontar situaciones de riesgo, gestionar el estrés y mantener un estilo de vida saludable.

Suelen trabajar en colaboración con otros profesionales, como médicos, psiquiatras y trabajadores sociales para abordar las necesidades del paciente, así como incluir a la familia para fortalecer la red de apoyo.

La duración del tratamiento psicológico para adiciones es flexible, se adapta a las necesidades individuales y varía según el tipo de adicción, la gravedad, el estado físico y emocional, y el compromiso con el proceso. No existe un plazo estándar que garantice resultados, ya que cada caso es único y requiere un enfoque personalizado. Los tratamientos psicológicos para adiciones suelen dividirse en fases, comenzando con la desintoxicación, que puede durar días o semanas, seguida de la rehabilitación, que puede extenderse por varios meses, y finalmente un periodo de mantenimiento y prevención de recaídas, que puede prolongarse indefinidamente según las necesidades del paciente.

Las terapias individuales y grupales suelen llevarse a cabo semanal o quincenalmente durante la rehabilitación, mientras que el seguimiento a largo plazo puede ser por más tiempo. La duración del tratamiento psicológico para adiciones no debe medirse únicamente en términos de tiempo, sino también en función de la eficacia del tratamiento y los cambios logrados por el paciente.

En algunos casos, las personas requieren un apoyo continuo para mantener su recuperación, especialmente en adicciones crónicas o si hay comorbilidades como ansiedad o depresión. Los programas que combinan terapias individuales, familiares y grupales, pueden acortar los plazos iniciales, pero el éxito depende del compromiso del paciente y del acceso a una red de apoyo sólida.

La terapia psicológica más adecuada para las adiciones depende de las características del paciente, tipo de adicción y contexto personal, aunque la terapia cognitivo-conductual es considerada una de las más eficaces. Esta se centra en identificar y modificar pensamientos y comportamientos que perpetúan la adicción, enseña al paciente a manejar situaciones de riesgo, gestionar estrés y desarrollar habilidades para evitar recaídas.

La terapia motivacional es clave en etapas iniciales, ayuda al paciente a reconocer el impacto de la adicción y fomenta su compromiso con el tratamiento.

La terapia de aceptación y compromiso, al enfocarse en la gestión de emociones y el establecimiento de objetivos alineados con valores personales, puede ser útil para quienes buscan recuperar un propósito de vida. En casos donde las relaciones interpersonales dañadas, la terapia familiar o sistémica aborda dinámicas que pueden influir en la adicción y reforzar el apoyo del entorno.

Para quienes experimentan  depresión o ansiedad, un enfoque integrador que combine terapias psicológicas con el uso de medicamentos bajo supervisión médica puede ofrecer buenos resultados.

En contextos grupales, los programas de apoyo mutuo, como los grupos basados en el modelo de los 12 pasos, ofrecen un espacio donde compartir experiencias y construir una red de soporte emocional.

Un terapeuta en adicciones desempeña un papel fundamental en el proceso de recuperación al ayudar al paciente a entender, afrontar y superar su dependencia, ya sea hacia sustancias como el alcohol o las drogas, o hacia comportamientos como el juego, compras compulsivas o uso excesivo de tecnologías.

Desde el inicio, el terapeuta evalúa la situación personal del paciente, identificando las causas subyacentes de la adicción, como traumas, patrones de pensamiento disfuncionales, influencias sociales o familiares, y cualquier trastorno asociado que pueda contribuir al problema.

Con esta base diseña un plan de tratamiento que puede incluir sesiones de terapia cognitivo – conductual para cambiar hábitos nocivos, estrategias de regulación emocional para manejar el estrés o la ansiedad, y técnicas de prevención de recaídas. Durante las sesiones, el terapeuta también trabaja en fomentar la motivación del paciente para mantener los avances, ayudándolo a establecer objetivos claros y a desarrollar habilidades prácticas para una vida equilibrada.

Además, puede implicar a la familia o la red de apoyo cercana, facilitando dinámicas que fortalezcan las relaciones y mejoren el entorno del paciente. En casos complejos, colabora con otros profesionales garantizando un enfoque que aborde aspectos psicológicos y físicos de la adicción.

Las tres adicciones más comunes se clasifican en dependencia a sustancias, adicciones comportamentales y adicciones tecnológicas, cada una con características y retos que requieren un abordaje especializado. Dentro de la dependencia a sustancias, destacan el alcohol, el tabaco y las drogas ilegales como cannabis, cocaína o los opiáceos, siendo estas las que presentan mayor prevalencia e impacto en la salud física y emocional.

En las adicciones comportamentales, el juego patológico ocupa un lugar destacado, seguido por las compras compulsivas y los trastornos de la conducta alimentaria, como la ingesta compulsiva, que afectan tanto a la vida personal como a las relaciones sociales y económicas del individuo.

Las adicciones tecnológicas, que han crecido significativamente en los últimos años, incluyen el uso excesivo de redes sociales, los videojuegos y el consumo de contenido en línea, lo que puede derivar en problemas de aislamiento, pérdida de productividad y afectaciones psicológicas.

Estas categorías comparten la característica de generar dependencia, pérdida de control y efectos negativos en diferentes áreas de la vida, pero su tratamiento varía en función del tipo, gravedad y contexto del problema, siendo necesario un enfoque terapéutico que aborde tanto las causas subyacentes como las consecuencias de la adicción.

No se debe actuar desde la crítica, imposición o negación del problema, ya que estas actitudes suelen agravar la situación y dificultar la recuperación. Es importante no minimizar la gravedad de la adicción o normalizar conductas nocivas, ya que puede perpetuar el ciclo adictivo. No se debe caer en la facilitación, como permitir el acceso a la sustancia o conducta adictiva, ya sea por miedo a enfrentamientos o por intentar mantener la paz, pues esta postura refuerza la dependencia.

Tampoco es adecuado asumir un rol de control excesivo, intentando decidir cada aspecto de la vida del adicto, ya que esto puede generar resistencia y conflictos que obstaculicen la búsqueda de ayuda profesional. Es fundamental no caer en sermones, reproches o culpar al adicto, pues esto solo incrementa su sensación de vergüenza, aislamiento o desesperanza, dificultando que reconozca su necesidad de apoyo.

No se debe ignorar el problema esperando que se resuelva por sí solo o confiar en promesas de cambio sin tomar medidas concretas. Evitar la confrontación en momentos de tensión o bajo los efectos de la sustancia, ya que puede desencadenar reacciones agresivas o defensivas. La clave es apoyar sin permitir conductas perjudiciales, motivar a buscar ayuda, respetar los tiempos para su recuperación sin imponer expectativas irreales.

La rehabilitación de un adicto es un proceso continuo, requiere compromiso, apoyo constante y ajustes. Comienza con el reconocimiento del problema, seguido de la búsqueda de ayuda profesional para diseñar un tratamiento adaptado a sus necesidades específicas.

Se suele realizar una desintoxicación supervisada para eliminar la sustancia del organismo o romper con el comportamiento adictivo, etapa que puede implicar supervisión médica para manejar los síntomas de abstinencia y garantizar la seguridad del paciente. Luego, se inicia un proceso terapéutico, generalmente con un enfoque cognitivo-conductual, para identificar los factores que desencadenan la adicción, cambiar patrones de pensamiento y comportamiento disfuncionales, y desarrollar habilidades que ayuden al paciente a enfrentarse a situaciones de riesgo sin recaer.

También puede incluir terapias psicológicas grupales que ofrecen un espacio de apoyo mutuo, así como la implicación de la familia para mejorar las dinámicas interpersonales y fortalecer la red de apoyo del paciente. En muchos casos, se abordan ansiedad, depresión o estrés, que suelen coexistir con la adicción, mediante un enfoque que combine la psicoterapia con intervenciones médicas. La prevención de recaídas les permite enseñar a reconocer señales de alerta, gestionar emociones y construir un estilo de vida saludable.

Detectar si un adicto miente puede ser complicado ya que muchas veces pueden desarrollan habilidades para ocultar su comportamiento y mantener su adicción en secreto. Sin embargo, se pueden detectar ciertos indicios pueden ayudar a identificar la falta de sinceridad. Es común que un adicto presente inconsistencias en sus historias, con cambios frecuentes en los detalles o explicaciones contradictorias que no se sostienen cuando se profundiza en las preguntas.

Un adicto puede evitar conversaciones sobre su conducta o mostrar una actitud defensiva e irritada cuando se le cuestiona. Otro indicio es la aparición de excusas constantes para justificar comportamientos sospechosos, como retrasos, ausencias o gastos inexplicables. Además, se pueden observar signos físicos o comportamentales que contradicen sus palabras, como el olor a sustancias, ojos enrojecidos, cambios de humor repentinos o deterioro en su apariencia. También es posible notar alteraciones en sus hábitos, pérdida de objetos de valor o dinero, junto con una tendencia a culpar a otros por sus problemas o minimizar la gravedad de su situación.

La clave está en prestar atención a las acciones más que a las palabras. Es importante abordar la situación desde la empatía y la firmeza, evitar juicios o confrontaciones y buscar el apoyo de un profesional.